Dos militares a «viva alma»

Dr. Crisanto Gregorio León

“La misericordia nos perdona.

La gracia nos corteja y se casa con nosotros.”

Max Lucado

La gracia es el don de ayuda y fortaleza divinas que recibimos del Padre Celestial por medio de la Expiación de Jesucristo. Así en la tierra hay hombres que practican la gracia, independientemente de lo alto o de lo humilde de sus desempeños. También hay otros que no obstante mostrarse con reciedumbre por imperio de su profesión, hacen abstracción de eso y practican la gracia – dejan ver su esencia, su alma y su noble corazón – , porque se comportan como las manos de Dios, por esa extensión que de sus manos Cristo les ha legado. Cualquiera que lo busca a Él – al Altísimo – y se lo proponga con un corazón dispuesto puede ser las manos de Dios y entonces al morir el hacedor del universo le tendrá reservada la vida eterna en los atrios del cielo.

 Los hombres de Dios aman a Dios y a sus prójimos; buscan sabiduría, perdonan y tienen dominio propio. La presente epístola es sui generis, pues no acostumbro exaltar a nadie para no tener que arrepentirme después, ni a elogiar a personas que no posean méritos y luego queden mal a sí mismas, ni halagar a nadie por cuyos comportamientos hagan dubitar sobre su integridad. Puedo decir que estos dos hombres de armas, protagonistas de esta epístola son gente “clase aparte”, no son del montón, son y han sido las manos de Dios sin gritarlo a viva voz sino más bien “a viva alma”, y por eso muchos no estábamos enterados. Sin propaganda, sin alharaca, sin exigir nada a cambio, sin cavilaciones insanas, ni meramente humanas y con pureza de espíritu, en el momento álgido, estos dos seres humanos dejan ver su esencia bondadosa de respeto y de amor al prójimo, pero principalmente de amor a Dios.

Hay quienes en cualquier ámbito de la vida y no solo el castrense, en cualquier oficio y profesión donde les corresponda proyectar sus almas, no saben gestionarse a sí mismos, esos son los psicópatas, los narcisistas, los sádicos y los megalómanos entre otros, y mal pueden estar al frente liderando grupos, pero hay otros que no solo son espiritualmente sanos, sino que además poseen ponderación, saben auto gestionarse, auto controlarse  – están ubicados espiritualmente y tienen la virtud de administrarse sabia y sanamente a sí mismos como personas – por lo que están en óptimas condiciones para gestionar a otros y liderar equipos.

Son gente como el caso de los hombres en cuyo honor se contrae esta epístola y a quienes tuve el privilegio de conocer en algún momento de mi vida. Se trata de personas que gozan de salud mental y de salud espiritual, sin  ningún trastorno de la personalidad, con los cuales raras veces nos encontramos. Estas características definen a dos hombres probos, a dos hombres por cuya fluidez en la espiritualidad y en la confraternidad en “nanosegundos” nos muestran el material de que están hechos sus nobles corazones y exponen de una vez la luz de sus almas. Ellos – el General Julián José Campos Lozada y el Coronel Napoleón Eduardo Rivero Acosta – no tienen rollos mentales, no hay ni jactancia ni prepotencia en sus desenvolvimientos.  Hay quienes en el anonimato de sus almas puras, no hacen bulla de sus elogiables corazones ni de sus actos de respeto y de temor a Dios, como verbigracia  estos dos buenos hombres.

 Muy poca gente hay excepcionalmente humana y que excepcionalmente piensa en el destino de sus almas cuando estén ante el tribunal de Dios. Como el caso de estos dos nobles y bondadosos hombres, que si lo piensan y que si están contestes de la existencia de un ser supremo. A ellos a quienes sin egoísmo y sin ambages defino como hombres de Dios. En honor a mi padre fallecido, también un teniente coronel, los saludo con agrado y con respeto. Vaya a ustedes dos mi admiración.

«La gracia eleva nuestro ser;

la caridad transforma nuestra actividad»

Beato Dom Columba Marmion

crisantogleon@gmail.com

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