La Jueza que se Puso Tuning

Dr. Crisanto Gregorio León

«Donde hay poca justicia es un peligro tener razón.» – Francisco de Quevedo

La Ardua Batalla contra la Malicia Judicial

La Justicia, en su concepción más pura, debería ser el instrumento de la verdad y el derecho, garantizando un proceso ágil, transparente y equitativo. Sin embargo, tengo que advertirles que en ciertos ámbitos de nuestro sistema judicial, ha proliferado una estrategia nefasta y contraria a la ética: el desgaste procesal deliberado como mecanismo de extorsión. Esta táctica se utiliza para someter a la defensa, forzándola a una rendición económica o patrimonial aun cuando la ley y las pruebas le asisten por completo.

El Juez venal, en lugar de ser el garante de la legalidad, se convierte en el arquitecto de un laberinto procesal. Su accionar se manifiesta en una calculada sucesión de dilaciones, la exigencia de documentación superflua, la emisión de providencias ambiguas y la interpretación capciosa de las normas. Pero la prueba más descarada de su venalidad es la admisión de pruebas falsas, viciadas y construidas clandestinamente que acepta de forma deliberada para contrariar a la defensa. Estas herramientas ilegales son usadas como un arma de asfixia procesal al letrado, forzando la rendición y la entrega del patrimonio. Su arma más sutil es la constante aplicación de la falacia del desvío (ignoratio elenchi), un juego macabro donde la esencia del litigio jamás se aborda.

El Caballo de Troya Judicial y la Humillación

Para operar con mayor sutileza, el juez o jueza corrupta se vale a menudo de un enviado que actúa como Caballo de Troya Judicial, un intermediario que se acerca a la defensa con un semblante supuestamente amigable, de consejero o facilitador. Es vital entender que esta «amistad» es una fachada, un histrionismo mal ensayado. Este personaje simula interés en la «pronta solución» del caso, llegando a ser amable con la defensa. Sin embargo, en realidad, está esperando que le sea ofrecida la gran exigencia patrimonial, operando como el rostro amable de la extorsión, pero es, en verdad, un enemigo disfrazado y amigo leal del funcionario venal. Su propósito es saquear y matar toda esperanza de que el litigio se resuelva por la vía del conocimiento y el talento académico, forzando la solución por el camino del pago y el cohecho.

Su fachada, sin embargo, es frágil. Cuando la defensa se tarda en entregar el dinero, se le sale el carácter y la simulación de amistad se desvanece de inmediato. Al decir cosas que hacen dudar de su lealtad, queda al descubierto que su verdadera personalidad es la de un operador corrupto. Se revela su jactancia y su autoritarismo. Queda descubierto, como un actor sin talento, como lo que realmente es: un emisario más del engranaje de la extorsión judicial.

Signos Exteriores de Riqueza: La Vanidad que los Delata

La vanidad de estos funcionarios se convierte en la prueba irrefutable de su crimen. Utilizan la riqueza mal habida para transformarse, un fenómeno que se describe diciendo que el juez o la jueza se puso tuning.

El término tuning, tomado del automovilismo, describe la modificación radical de un vehículo para hacerlo hermoso, llamativo y único, colocándole «periquitos» y accesorios que superan el diseño de fábrica. Las juezas y jueces se ponen tuning al exhibir lujos que su salario jamás podría sustentar: cirugías estéticas constantes (senos, nalgas, nariz, pómulos), ropa de marca ostentosa y vehículos de alta gama.

La jueza, en particular, no tiene el menor recato en exhibir su cuerpo operado con jactancia, a pesar de que todos en el foro judicial saben que su nueva figura es producto del dinero cobrado en cohecho, extorsión, prevaricación y tráfico de influencias. Su sueldo no le alcanzaría para «comprarse un cuerpo nuevo», pero lo exhibe con descaro.

Estos signos exteriores de riqueza demuestran que el funcionario judicial ya está «en la pomada»; es decir, metido de lleno en el núcleo de la corrupción y la ilegalidad. La vanidad de ser ostentosos los obliga a exteriorizar el dinero negro, delatando su participación en el engranaje.

La Peligrosa Autoridad Tentacular

Lo que realmente perverte el sistema es el poder concentrado de estos personajes. Un juez o jueza con poder tentacular tiene ascendencia sobre otros jueces, tanto superiores como inferiores en la jerarquía. Esto anula la imparcialidad y la independencia de la justicia: este individuo tiene toda la estructura judicial tentacularmente manipulada. Semejante concentración de poder en una sola persona –cuyo único propósito es la extorsión– no debería vivirse en el Poder Judicial, pues garantizan que la mafia actúe con impunidad.

Estrategia: Sometimiento y Sentencias Bizarras

El propósito macabro del desgaste se ejecuta a través de la redacción de sentencias. Las providencias y sentencias –sean interlocutorias o definitivas– ni siquiera son redactadas por el juez o jueza, sino por personas que demuestran una ignorancia espeluznante de las normas.

Aquí, el profesional del Derecho siente una frustración comparable a la del experto en dominó que juega con un novato y ve todo el juego arruinado. Lo que debería ser lógico, que uno más uno es dos, se convierte en una aritmética mental absurda. La ignorancia atrevida que exhiben es elocuente: muchos de estos operadores judiciales sufren del Efecto Dunning-Kruger, la ilusión cognitiva que hace que la gente con escaso conocimiento se crea extraordinariamente inteligente.

El resultado de esta soberbia son las sentencias sin coherencia, que se sienten como una barbaridad o una locura judicial. Estas decisiones son totalmente desvinculadas de la realidad procesal, como si quienes las redactaran estuvieran viviendo en un universo paralelo. No son lo que se pide, sino lo que ellos creen en sus mentes; son sentencias bizarras (en el sentido de extravagantes y desatinadas) que siempre utilizan la falacia del desvío. Este sinsentido es tan grosero que la defensa a veces quisiera gritarles ¡brutos, ignorantes! en la cara.

El objetivo real de este engranaje no es solo el dinero, sino someter y sobajar la sabiduría y la dignidad del letrado inicial. Quieren humillarlo hasta que se sienta derrotado, como si todo su conocimiento hubiera sido insuficiente. La extenuación procesal busca que el profesional se sienta un ignorante, incapaz de defender los derechos de su cliente. ¡Esto es una burla, pues creen que el abogado es un huevón!

El propósito de este desgaste es claro: forzar al abogado y a la parte a «bajarse de la mula» –como decimos popularmente en Venezuela– para luego poder cobrar. El mensaje es implacable: si usted quiere que yo le dé la razón, una razón que usted legalmente ya tiene, tiene que pagar y someterse a mis exigencias dinerarias.

El abogado y su cliente, a pesar de tener la verdad y todos los elementos a su favor –sus derechos, en efecto, los tienen–, se encuentran atrapados en un círculo vicioso de argumentaciones y demostraciones que son sistemáticamente ignoradas o invalidadas por artimañas judiciales. La fatiga se acumula. La frustración ante la inercia maliciosa del juez erosiona la fe en el sistema, llevándonos a un punto de quiebre.

El Precio de la Decencia

Cuando el desgaste, tanto financiero como intelectual, alcanza su punto máximo, se revela la verdadera naturaleza de la estrategia judicial. El juez ha logrado su cometido: transformar la administración de justicia en una subasta. La parte defensora, vencida no por la falta de razón jurídica sino por el agotamiento de la lucha y la certeza de la corrupción, se enfrenta a la pregunta implícita del juzgador: el proceso solo terminará a cambio de una exigencia.

Es en ese momento de desolación, donde la justicia ha sido secuestrada, cuando nos vemos compelidos a pronunciar la frase que desnuda la perversidad del sistema: «Ajá, ¿cuánto quiere que le dé, juez? ¿Quiere granjas, vehículos, o propiedades por esta vía?»

Esta práctica, además de inmoral y delictiva, socava los cimientos del Estado de Derecho, transformando la toga en un simple instrumento de extorsión y haciendo que la justicia se vuelva utópica en manos de estos personajes mafiosos. El combate contra esta corrupción judicial, que se oculta bajo las faldas del tecnicismo procesal y la manipulación argumental, es un deber ineludible para quienes aún creemos en la dignidad de la abogacía y en el ideal de una justicia íntegra.

ADVERTENCIA DIRECTA A LOS VENALES

Sin embargo, la historia nos demuestra que, tarde o temprano, la cadena se rompe. Muchos jueces y fiscales que antes operaban con esta impunidad hoy están saliendo esposados de los palacios de justicia, pagando el precio de haber convertido su alta investidura en una mercancía.

«La justicia retardada es injusticia manifiesta.» – William Gladstone

Dr. Crisanto Gregorio León

Profesor Universitario | Abogado | Ex Sacerdote

crisantogleon@gmail.com

Dr. Crisanto Gregorio León 

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