La Humanidad Doliente tras las Rejas: Un Llamado a la Misericordia y la Comprensión

Dr. Crisanto Gregorio León

«La miseria más grande del proceso penal es la miseria humana.» – Francesco Carnelutti, Las Miserias del Proceso Penal

En la monumental obra de Víctor Hugo, «Los Miserables», la figura del obispo Myriel encarna la esencia de la misericordia divina. Tras ser aprehendido por la policía con la plata robada de la casa del obispo, Jean Valjean enfrenta una inminente condena. Sin embargo, en un acto de gracia inaudito, el obispo Myriel no solo confirma que la plata le pertenece, sino que además reprende suavemente a Valjean por no haberse llevado también los candelabros de plata, «que también son suyos». Este gesto desinteresado y conmovedor desarma por completo al oficial de policía, quien, ante la firmeza y la bondad emanada del sacerdote, no tiene más remedio que liberar a Valjean.

Esta escena, cargada de una profunda humanidad, trasciende la simple anécdota. La misericordia del obispo Myriel se convierte en el punto de inflexión en la vida de Jean Valjean, sembrando la semilla de la redención en un corazón endurecido por años de sufrimiento y resentimiento. La gracia ofrecida por el sacerdote no es solo un acto de perdón, sino una inversión en la posibilidad de transformación de un ser humano, demostrando el poder incalculable de la compasión frente a la justicia puramente punitiva.

Esta misma sensibilidad hacia la humanidad, incluso en sus momentos más oscuros, resuena profundamente en la obra de Francesco Carnelutti, «Las Miserias del Proceso Penal». Como jurista y observador de la condición humana, he encontrado en sus reflexiones una profunda resonancia con mis propias convicciones sobre el trato que debemos dispensar a aquellos que se encuentran inmersos en el sistema judicial. A lo largo de sus doce capítulos, Carnelutti desentraña las complejidades del proceso, pero su mirada siempre vuelve a la figura central, el reo, el detenido, el procesado, no como un mero objeto de la ley, sino como un ser humano pleno de sentimientos y vulnerabilidad.

En el inicio, al abordar La Toga, Carnelutti nos recuerda la humanidad detrás del profesional del derecho. Esta misma reflexión debemos extenderla hacia aquellos que enfrentan la justicia: despojarlos de la etiqueta de «delincuente» para ver al hombre o la mujer que hay detrás.

Es en El Preso donde la angustia y la soledad se hacen palpables. Carnelutti describe esa espera dolorosa, esa necesidad de justicia que clama desde el encierro. La imagen del hombre con una mano extendida pidiendo auxilio y la otra inerte es una poderosa metáfora de su impotencia, una imagen que nos obliga a ver más allá del delito y a reconocer el sufrimiento humano.

El rol del Abogado se eleva en la visión de Carnelutti a la de un verdadero «hermano» del reo, alguien llamado a comprender su dolor y a luchar por su dignidad. No se trata solo de aplicar la ley, sino de solidarizarse con otro ser humano en desgracia.

Ante el Juez y las Partes, Carnelutti nos advierte del peligro de la deshumanización, de reducir al acusado a un simple «expediente». Debemos recordar que ante nosotros hay una persona con una historia, emociones y un futuro que pende de nuestras decisiones.

Incluso en la Parcialidad del Defensor, la guía debe ser la justicia y la humanidad. Defender a un reo implica reconocer su dignidad intrínseca, una cualidad que no se pierde con la comisión de un error.

En la búsqueda de Las Pruebas, debemos ser conscientes de que nuestro objetivo es juzgar a un ser humano, y la valoración de estas debe hacerse con la plena conciencia del impacto que nuestras decisiones tendrán en su vida.

El encuentro entre El Juez y el Imputado debe ser un diálogo entre seres humanos, donde la aplicación de la ley no eclipse la comprensión de la angustia que embarga al acusado.

Al considerar El Pasado y el Futuro en el Proceso Penal, debemos ponderar cómo nuestras decisiones ancladas en un hecho pretérito moldearán el devenir de una persona, asumiendo la enorme responsabilidad que esto implica.

La Sentencia Penal, para Carnelutti, es un acto de «dolor», incluso para quien la dicta. Es la conciencia de infligir sufrimiento a otro ser humano, un acto que debe buscar la justicia sin olvidar la humanidad del condenado.

En El Cumplimiento de la Sentencia, abogo por una ejecución de la pena que no degrade ni deshumanice. La prisión debe ser un espacio de reflexión y potencial redención, reconociendo la humanidad que persiste en el individuo.

La Liberación, ya sea por absolución o cumplimiento de la pena, no debe ser el final de la historia. Debemos facilitar la difícil reintegración del individuo a la sociedad, superando el estigma que el proceso penal inevitablemente deja.

Finalmente, en Más allá del Derecho, Carnelutti nos invita a trascender la frialdad de la ley para abrazar la moral y la humanidad. El proceso penal, en su esencia, debe estar imbuido de comprensión y compasión hacia el ser humano atrapado en sus mecanismos.

«Recordemos siempre que detrás de cada reo hay un hombre.» – Francesco Carnelutti, Las Miserias del Proceso Penal

Con Sentida Consideración:

A la Dra. Zoraida Machado, mujer de entereza admirable y profunda sensibilidad humana, cuya especial dedicación y trato considerado hacia quienes sufren la privación de libertad es un faro de esperanza en un entorno a menudo desolador. Su fortaleza de carácter, lejos de endurecer su corazón, la impulsa a tender una mano comprensiva a aquellos que más lo necesitan.

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