Dr. Abraham Gómez R.
Miembro de la Academia Venezolana de la Lengua
Delta del Orinoco, 9 de mayo de 2025
Conforme hemos revisitado la documentación pertinente, quienes se atrevieron a practicar la medicina en la época clásica no tenían especiales dificultades en pensar lo que era la salud; por cuanto, hablaban – esencialmente- latín; y la sola palabra salud ya les daba la idea y alcance de su significado.
Ser médico es una de las profesiones más antiguas; de condición científica y plenamente respetable; porque involucra una indesligable función social humanitaria; con lo cual le imprime uno de los más altos rangos, de aproximación a la existencia humana, con inevadible compromiso deontológico (ético) .
En bastantes tramos epocales posteriores hubo que retroceder a la etimología original para pesquisar lo que ya había sido evidente para los clásicos preseñalados.
Salud y salvatio son vocablos tan parecidos porque denotan: “estar en condiciones de poder superar un obstáculo».
A partir, entonces, de tal desenvolvimiento semántico podemos concluir que salud comporta el estado corporal para seguir viviendo; digamos, superar los escollos que el vivir cotidiano encuentra a su paso.
Los seres humanos desde sus principios han tenido a la medicina como la protección de su fragilidad orgánica, funcional y fisiológica.
Hemos escuchado, en bastantes ocasiones, el siguiente aserto: “La ética ha sido la columna fundamental en el ejercicio del acto médico”. Obligantemente debe ser así.
Allí agregaríamos, no únicamente para los médicos y demás profesionales que lo predican sino además para quienes lo conjugan con la práctica.
El médico se emplea a fondo con sus conocimientos, que la ciencia misma le ha deparado; con las técnicas que ha llegado a dominar; con los instrumentos y equipos coadyuvantes para la prevención, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades.
La introducción que antecede esta reflexión la provocamos adrede para expresar nuestro eterno agradecimiento a Dios y a la Virgen y al brillante médico urólogo deltano Óscar Bazzano –quien, junto a un equipo de elogiados profesionales de la salud, entre otros el anestesiólogo Dr. Omar Viñoles, al personal de enfermería en quirófano; empleados para el control postoperatorio y funcionarios de administración — hizo posible un acto médico sobresaliente, según mi modesta apreciación.
El doctor Bazzano, reconocido en varias ciudades de Venezuela como un extraordinario profesional, me practicó –hace varios días- una exitosa intervención quirúrgica a entera satisfacción, aquí mismo en Tucupita, en la clínica CEMETCA.
Hago énfasis en el lugar e institución; dado que, por distintas vías y personas (con quienes comparto, eventos en toda Venezuela, asuntos de interés nacional, como ustedes saben) me recomendaban que me fuera a Caracas (y solicitara a los médicos tal o cual, en una renombrada clínica).
Es más, ellos tenían serias dudas de que en Tucupita pudiera haber un organismo o algún médico con formación idónea y conocimientos actualizados para proceder pertinentemente.
Permítanme decirle el inmenso orgullo que siento por los profesionales universitarios, de las distintas disciplinas, que prestan sus servicios en nuestro Delta. En particular, nuestros educadores y médicos.
Debemos creer y acreditar a quienes fueron nuestros alumnos, en los liceos y universidades. El estudiante de bachillerato Óscar Bazzano, en aquellos años, uno de los más disciplinados e inteligentes.
Sentí una tranquilidad y sosiego cuando en las conversaciones preoperatorias, ahora con todo rigor el Dr. Óscar Bazzano me indicaba cada paso que iba a llevar adelante en el quirófano; y añadía: “Ustedes nos educaron inicialmente en Tucupita y nosotros nos formamos, en las universidades como médicos, para saber cada vez más cómo tratar a los pacientes”.
Lo propio me lo explicaba el apreciado Dr. Viñoles, cuando me veía un poco aprehensivo (nervioso) previo a ingresar a quirófano.
Reafirmo, como lo he venido haciendo desde hace (50) años, que estamos obligados a confiar en nosotros; en las potencialidades humanas y talentos que emergen desde este pedazo de tierra, Delta del Orinoco.
Quienes llevamos la Deltanidad acendrada en nuestros corazones, en cada una de nuestras intervenciones en diferentes actividades por el país, hacemos reiterativo el inmedible reconocimiento a quienes ejercen sus respectivas profesiones y a quienes ponen en práctica cualquier oficio con la expresa finalidad de engrandecer nuestra región.
Mi familia extiende su palabra de gratitud al Padre Creador y al Dr. Óscar Bazzano y a todos quienes participaron, directa e indirectamente, para lograr el objetivo de restablecimiento progresivo de mi salud.
Dios bendiga tanta bondad.